diumenge, 9 de desembre del 2007

Málaga y Barcelona


Málaga y Barcelona son dos ciudades que amo y que tienen no pocos puntos en común: viven frente al mar y lo gozan plenamente; poseen bellos paseos que lo bordean; una poderosa montaña les protege frente a enemigos que vengan de él y, al mismo tiempo, otra les guarda las espaldas, por si los indeseables vinieran del interior. Son dos ciudades amables, con puerto, clima benigno, sabiduría en el buen vivir y en el saber estar. ¿Qué otra cosa podría hermanar a ambas ciudades? Pues el famoso salchichón de Málaga, por supuesto. Este salchichón, hecho con carne de cerdo troceada o triturada, sal y especias, de forma curva y unos 30 cm de largo, tiene como especial característica su cortísima curación. Se trata, pues, de un salchichón difícil de encontrar fuera de la ciudad (hay que comerlo rápidamente), que unos queridos amigos trajeron hace poco a Barcelona, envasado al vacío.


Es un producto muy fresco, en este caso producido por la afamada casa Prolongo, de Guadalhorce (una de las más antiguas de España, ¡de 1820!), que no puede ser guardado. Entiendo que no guste a todo el mundo, pero precisamente ese carácter de la mínima curación, que hace que el salchichón se corte casi deshaciéndose, potencia los sabores de la carne y de las especias y le da un toque muy especial. En casa encanta y mis hijos ya han decidido que una nueva forma de hermanamiento entre Málaga y Barcelona (de ahí el título del comentario) está en los bocadillos del desayuno. Les preparé un delicioso pan con tomate y aceite con abundantes rodajas de salchichón de Málaga Prolongo (¡no hay que ser cicatero en esos asuntos!) y cuando volvieron de la escuela, cantaron maravillas del "invento".

A estas alturas de la nota, el avispado lector se habrá ya preguntado a cuento de qué viene la portada del insuperable álbum (uno de mis favoritos), Astérix en Córcega. Pues resulta que en su página 20 (edición en catalán de 1982: dioses, ¡cómo envejecemos!), el aguerrido, orgulloso y altivo jefe corso secuestrado por los Romanos mientras dormía la siesta, Ocatarinetabellatchitchitx, se emociona ante la visión del salchichón que el tabernero le propone como aperitivo ("el que se sirve a los clientes, no" advierte a su esposa). Está tan fresco que parece, casi, que se "vaya a poner a hociquear" de un momento a otro. Pues eso es lo que pensé, exactamente, cuando probé el salchichón de Málaga. Delicioso, fresco, casi sin curar, apetitoso, especiado y especial.